Muchos pacientes al iniciar los tratamientos oncológicos confunden los términos quimioterapia y radioterapia. Suenan parecido, pero son radicalmente distintos. La quimioterapia es un tratamiento que consiste en la administración de uno o varios fármacos llamados citostáticos a través de una vía venosa. Actúa de una forma sistémica, es decir, a nivel de todo el organismo. Estos fármacos actúan destruyendo células de rápido crecimiento como es el caso de las células neoplásicas, pero también actúa sobre células sanas de rápido crecimiento como los tejidos de la piel y mucosas. Por ello sus efectos se notarán a nivel general. La forma más común de administración es en forma de ciclos administrados cada 21 días. El número de ciclos a administrar puede ser variable en función del tumor y la fase de la enfermedad.

La radioterapia es un tratamiento que emplea las radiaciones ionizantes para destruir los tumores, generalmente a través de aceleradores lineales de electrones (lo que se conoce como radioterapia externa), aunque también puede emplear fuentes radiactivas para aplicarlas directamente sobre el tumor (lo que se conoce como braquiterapia). Es un tratamiento que actúa a nivel local o locorregional, es decir, sobre el tumor y los ganglios vecinos a éste. Al ser un tratamiento local, sus efectos se notarán sobre el órgano o tejido que estemos tratando. Apenas se notarán efectos generales, excepto un cierto cansancio. Su aplicación requiere una preparación previa que llamamos simulación. Ésta consiste en realizar una TAC (Tomografía Axial Computerizada o popularmente llamado escáner) que reproduzca fielmente las condiciones de tratamiento. Posteriormente realizamos una planificación del tratamiento con esas imágenes obtenidas en la TAC pues cada tratamiento debe ser siempre personalizado. Los radioterapeutas prescribimos unas dosis de radiación para el tumor y los ganglios, intentando que los tejidos sanos se preserven al máximo. Una vez hayamos conseguido una buena planificación, verificamos el tratamiento e iniciamos su curso. La radioterapia habitualmente se administra de forma diaria de lunes a viernes durante unas sesiones cuyo número varía en función del tipo de tumor a tratar y la intencionalidad del tratamiento.

La radioterapia se aplica en algo más de un 60% de los pacientes diagnosticados de cáncer a lo largo de su evolución y de ellos en un 40% la radioterapia juega un papel importante en la curación del cáncer. La cirugía y la radioterapia son ambos tratamientos eficaces e imprescindibles en muchos tumores. La combinación de diferentes modalidades de tratamiento: cirugía, quimioterapia y radioterapia ha sumado esfuerzos y ha permitido potenciar los efectos curativos.

Las principales ventajas de la radioterapia  son:

–         Se administra de forma ambulatoria y no suele requerir ingreso hospitalario. Permite a muchos enfermos hacer una vida prácticamente normal.

–         Permite  preservar órganos y su funcionalidad, evitando la mutilación de órganos.

–         En los casos en los que la cirugía no haya podido eliminar por completo la enfermedad puede actuar como un complemento para evitar las recaídas locales.

–         Es un buen tratamiento paliativo para el dolor, permitiendo dar calidad de vida a los pacientes.

–         Los efectos secundarios son predecibles, transitorios y tratables en la mayoría de los casos por los radioterapeutas.

–         Es un tratamiento seguro, pues precisa de un exhaustivo control de calidad de los aceleradores lineales y de todo el proceso de tratamiento.

–         Los avances tecnológicos están permitiendo “esculpir” con mayor precisión la radiación. Ello permite hacer tratamientos menos prolongados con mayor o igual eficacia y  mejor tolerancia. 

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